“Elisa sale a la calle un día más. No ha dormido pensando en la presentación que tiene a primera hora. Está convencida de que le saldrá mal, se quedará en blanco y hará el ridículo. Antes de la temida presentación, empieza a encontrarse extraña. Nota una sensación de ahogo, el corazón comienza a acelerarse y todo le da vueltas. Su cuerpo no puede dejar de temblar. Piensa que le está dando un infarto y que va a morir. Termina en urgencias donde le dan su diagnóstico: acaba de sufrir un ATAQUE DE PÁNICO. Ese será el comienzo de una pesadilla…”
Esta situación ficticia es más común de lo que se cree. Quién haya sufrido un ataque de pánico lo reconocerá inmediatamente y se sentirá identificado con la historia anterior. Como bien dice su nombre, es un miedo extremo.
Uno de los males de nuestro tiempo es, sin duda, la ANSIEDAD, una palabra que ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario cotidiano. Vivimos en un mundo repleto de estímulos y que, a veces, va demasiado rápido.
Pero… ¿Qué es realmente la ansiedad?
Simplemente se trata de una respuesta fisiológica del organismo ante una situación de peligro que nos prepara para la lucha o para la huida. Visto así, es algo adaptativo para nuestra supervivencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, el temido estímulo o no es real o no es tan peligroso como creemos y nos produce una reacción desorbitada que no logramos entender. Es en esos momentos cuando esa ansiedad se vuelve totalmente desadaptativa y comienzan nuestros problemas.
Imaginemos que cuando abrimos la puerta de casa nos encontramos un león, lógicamente, tendríamos ansiedad, y saldríamos huyendo o intentaríamos defendernos. En este caso nuestra ansiedad sería adaptativa… pero… y si al abrir la puerta reaccionamos como si hubiera un león y no somos capaces de verlo, ¿qué pasaría? Entonces entraríamos en pánico. Nuestro cuerpo respondería a un miedo extremo para huir o luchar, pero no hay nada de qué huir o contra qué luchar. Al no entender esa reacción fisiológica, intentaríamos buscar una explicación en un infarto u otro problema de salud. Y al pensar de esa manera, el miedo se hace mayor y la reacción fisiológica aumenta. Es entonces cuando perdemos el control y entramos en pánico.
En el ejemplo anterior se observa que el principal problema y la antesala a sufrir un trastorno de ansiedad, son nuestros pensamientos y la anticipación hacia lo negativo. ¿Os imagináis a una persona poniéndose una tirita antes de cortarse? No tiene sentido, ¿no? Pues con nuestros pensamientos hacemos algo parecido. Antes de que exista un problema ya estamos creándolo.
¿Cómo puedo saber si estoy empezando a sufrir de ansiedad?
Algunas reacciones físicas son:
- Fatiga
- Alteración de la respiración
- Nudo en la garganta
- Presión en el pecho
- Sudores
- Boca seca…
¿Cómo se manifiesta la ansiedad a nivel mental?
- Dificultad para concentrarse
- Bloqueo
- Preocupación excesiva
- Confusión
- Irritabilidad
- Inquietud
- Miedo
- Malestar
¿Cuáles pueden ser las causas por las que algunas personas pueden sufrir ansiedad?
- Haber vivido experiencias negativas previas
- Educación recibida
¿Cómo podemos manejar y reducir la ansiedad?
Reconocer la ansiedad:
- Aceptar que algunas circunstancias producen ansiedad.
- Registrar en qué ocasiones se da la ansiedad.
No reforzar la ansiedad:
- No evitar ni escapar (si huimos de una situación temida, la próxima vez nos dará más miedo).
- Afrontar lo temido de manera gradual.
- No sacar conclusiones precipitadas.
- Evitar preocupaciones inútiles.
Hacer relajación y cuidar la salud física.
Revisar los pensamientos negativos y cambiarlos por otros más adaptativos.
No poder manejar la ansiedad y experimentarla en nuestro día a día, puede convertirse en una experiencia muy negativa, desagradable y limitante. Con estos consejos, podrás reducirla, pero si necesitas ayuda para poder gestionarla y vivir con más calma, contacta con un profesional.
Mantén la calma y di adiós a la ansiedad.