“Seguramente muchos recuerden o hayan visto alguna película divertida sobre travesuras de un niño con cara angelical e ideas maqueavélicas que lo único que deseaba era ser comprendido, aceptado y amado.”

Probablemente, no a esos extremos, pero en muchas ocasiones, numerosos padres hayan sentido que sus hijos se habían empeñado en hacerles la vida imposible.

Los adultos, olvidamos fácilmente, lo que es ser niño y ver el mundo a través de los ojos infantiles. Intentamos que se comporten en base a normas sociales adecuadas en todo momento y se atengan inmediatamente al control de sus frustraciones y emociones. Pero todo esto, no es tan sencillo y choca directamente con nuestros deseos y los del niño. Tanto, que a veces, se convierte en una “batalla campal” llena de desesperación por parte de ambos.

Existe una relación directa entre lo que el niño siente y su comportamiento.

No se trata de una lucha de poderes para ver quién resulta vencedor.

A menudo, cuando percibimos una emoción negativa en el niño (tristeza, ira, aburrimiento…) pretendemos cambiarla inmediatamente por arte de magia y usamos técnicas como:

  • NEGAR SUS SENTIMIENTOS: Diciendo: ¡No es para tanto!
  • DAR CONSEJOS: Lo que tienes que hacer es dejar de llorar y seguir jugando.
  • PREGUNTAR: ¿Por qué has actuado así?
  • DEFENDER AL CONTRARIO: Algo habrás hecho para que tu amigo se enfade contigo.
  • REPROCHES Y ACUSACIONES: Siempre estropeas todo.
  • AMENAZAS E INSULTOS: Te voy a castigar como no pares / Con el frío que hace y vas en camiseta, ¿eres tonto?
  • ÓRDENES Y ADVERTENCIAS: ¡Ten cuidado! ¡Date prisa!

Y un montón más de COMPARACIONES, SERMONES Y PROFECÍAS.

Si nos pusiéramos por un momento en la piel de niño y alguien nos dijera todo lo anterior,

¿Cómo cree cada uno que reaccionaría? Pues seguramente, no nos gustaría que minimizaran nuestros sentimientos. Entonces, ¿por qué seguimos haciéndolo?

Cómo puedo entender a mi hijo

Existen otros métodos para comunicarnos que quizá pudieran dar mejor resultado. ¿Y si probamos a…

  1. ESCUCHAR CON ATENCIÓN: mirando al niño cuando nos hable y parando la actividad que estemos haciendo.
  2. RECONOCER LOS SENTIMIENTOS: Cuando nos esté contando algo, decir palabras como Vaya, ya veo…
  3. DAR NOMBRE A LOS SENTIMIENTOS: Una situación como esa es para estar muy enfadado.
  4. COMENTAR LOS PROPIOS SENTIMIENTOS: Me molesta mucho que cuando llego a casa vea todas las cosas tiradas por el suelo.
  5. MANIFESTAR NUESTRAS EXPECTATIVAS: Cuando presto algo, espero que me lo devuelvan tal y como lo dejé.
  6. DAR OPCIONES: Tienes dos opciones, caminar tranquilamente o subirte al carrito, tú decides.
  7. TOMAR MEDIDAS: Veo que has decidido sentarte en el carrito.
  8. ENSEÑAR A RECTIFICAR: Esto se limpia con agua y jabón y se frota hasta que salgan todas las manchas de bolígrafo.
  9. PERMITIR QUE EXPERIMENTEN LAS CONSECUENCIAS DE SUS ERRORES: Hoy no me podrás acompañar a hacer los recados.
  10. RESOLUCIÓN CONJUNTA DE PROBLEMAS: Encontrar ideas que puedan satisfacer a ambos.

Y, por supuesto, intentar no poner ETIQUETAS. Como bien dice el título de este artículo: “Este chico es un demonio… es terco, malo, lento, torpe… Cuando generalizamos los comportamientos en base a la persona y su totalidad, favorecemos que se cumpla esa profecía y el niño se comporte como se espera de él. “Si todos piensan que soy malo, lo seré y por lo tanto me portaré mal.”

¿Qué podemos hacer para que esto no se dé?

  • BUSCAR CONDUCTAS DIFERENTES para mostrarle una nueva imagen de sí mismo.
  • Intentar que le ESCUCHE decir a otras personas algo FAVORABLE sobre él.
  • Dar EJEMPLO del COMPORTAMIENTO DESEADO.

Quizá todas estas alternativas parezcan costosas a la hora de ponerlas en marcha, pero puede ser sorprendente la manera en que se consigue tener una relación más fluida y una comunicación más efectiva.

¿Os atrevéis a probarlo? ¡Podéis contarnos vuestras experiencias!

¡Ánimo!

Nilda Pérez López Centro Psicologic